THE SHAPE OF WATER (LA FORMA DEL AGUA)

The Shape of Water o el amor en los tiempos de la Guerra Fría.

Así es, hoy os traigo la última crítica que publicaré antes de la gala de los Oscar, que se celebra este domingo de madrugada. Se supone que antes del domingo también habré visto Lady Bird, otra de las nominadas, pero no me dará tiempo a publicar mi opinión antes de la entrega de premios.

Este año he logrado ver la mayoría de la cintas nominadas a mejor película, quedándome solo tres, con lo cual estoy muy orgullosa de mi misma. Una de las que más me gustó es sobre la que versa esta mi opinión, la última de Guillermo del Toro

La forma del agua nos cuenta la historia de Elisa, una joven muda que trabaja como limpiadora en un laboratorio estadounidense durante la Guerra Fría. Allí un día llegará el coronel Richard Strickland, un hombre cruel y despiadado que se ha traído algo especial de Sudamérica; un ser medio anfibio medio humano.
El objetivo es someterlo a pruebas para obtener ventajas en la carrera espacial contra los rusos. Con ayuda de su amiga Zelda, Elisa y el ser se conocerán y entre ellos se formará un estrecho vínculo.

A ver, como os diría yo. Es preciosa. Es que con eso se resume todo. Guillermo tiene una sensibilidad especial para contar historias de monstruos en las que el único que es humano realmente es aquel que, por su aspecto, podría parecer el monstruo.

La criatura, interpretada por uno de los recurrentes de Guillermo, Doug Jones, es un ser lleno de sensibilidad, curiosidad, bondad y amor, pero estas características no pueden salir a la luz más que con la única persona que lo trata bien: Elisa.

Elisa, interpretada por Sally Hawkins, es una mujer muda que vive sola en un apartamento encima de un cine y cuyos únicos amigos son su vecino de enfrente y Zelda (Octavia Spencer QUEEN). Al conocer a la criatura, establece con ella una relación entrañable, que en ningún momento resulta extraña a ojos del espectador. 

Es precioso ver como su relación se va construyendo pasito a pasito, como Elisa le enseña a comunicarse con el lenguaje de signos, lo que es la música, a bailar, etc, y como él cada vez confía más en ella, pese a que el resto de gente del laboratorio, especialmente Strickland, lo trate fatal. 

Dos de las cosas más bonitas de la película son la banda sonora, a cargo de Alexandre Desplat y máximo favorito al Oscar en su categoría, y la fotografía. A mi la bso me recordaba a Up, a Eduardo Manostijeras y, curiosamente, a París. Es como si esta música es la que debiera sonar cuando paseas por las calles de la capital francesa, no sé, me encanta. 


En cuanto a la fotografía, dado el tema acuático de la película, hay muchos colores verdes y azules lo que, además de introducirte más en la historia, le proporciona un aura de cuento de hadas (que es lo que fundamentalmente es). 

Conclusión, es la película más nominada de esta edición y yo espero que, como mínimo, se lleve el Oscar a mejor dirección, porque el trabajo de Guillermo es excelente. Espero que si vais a verla vosotros os dejéis llevar también por su magia. 

               



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